LA HORA DE LA VERDAD

Finalmente llegó el día del vuelo que tanto temía y que tantas veces me había imaginado. Quizás por eso al filo del salto nació en mí una nueva sensación que estaba por encima de cualquier temor. La curiosidad de ver por fin cómo iba a ser de verdad. Quizás se podría comparar con la sensación que tienes cuando vas a ver una película de terror, de la que has oído hablar, y que sabes que puede que no te guste, que lo pases mal. Si estuvieras meses pensando en ella y la comentaras con mucha gente, llegaría un día en el que tu cabeza te diría que te dejaras de hablar o de pensar en ella y que la vieras de una vez!

Después de pasar dos días despidiéndome de mis queridos amigos y mi amada familia (mil gracias por la cena sorpresa y por cada uno de los momentos vividos) llegué al aeropuerto de Tenerife, desde donde pasé por primera vez por una aduana internacional. Desde la cristalera del aeropuerto que da a las pistas pude ver el gran pájaro de hierro que me llevaría a Singapur y donde pasaría unas cuantas horas agonizando (o eso pensaba yo...). La compañía con la que volé (Singapore airlines) fue una maravilla. Estaban super atentos en todo momento. Te daban de comer y beber tantas veces como quisieras y cada media hora pasaban ofreciéndote snacks y bebidas. Todo gratis por supuesto. El menú estaba compuesto por un plato para almorzar y cenar (a escoger entre dos opciones) y los asientos eran, para ser la clase económica, bastante amplios y muy cómodos. Cada asiento incorporaba una tv desde donde podías ver películas en cartelera, televisión, escuchar música, radio, ver documentales o jugar a la consola (al girar el mando de la tv éste se convertía en un mando para jugar). 

Como sabía que me podía dar jetlag por el cambio horario, dejé la hora española en mi reloj de muñeca, así pude controlar los tiempos de sueño y vigilia. Con esto fue más que suficiente para descansar y entretenerme durante las siguientes 12 horas que duró el vuelo desde Barcelona a Singapur. Al final le cogí tanto el gusto a pasar un día como un rey, no importa que estuviera a 32900 pies de altura, que no me quería bajar, pero no tuve más remedio.

Del aeropuerto de Singapur destacaría que el suelo está todo enmoquetado y que el agua del retrete gira en el sentido contrario a las agujas del reloj. Además tiene un sensor de movimiento por lo que no tienes que tirar de la cadena, al salir se acciona solo. Fuera del baño hay un panel digital táctil para que califiques la calidad del baño según unos dibujos de unas caras de más triste a más feliz.

En este aeropuerto esperé 3hs y luego pasé por un control de seguridad donde me escanearon el equipaje pero no repararon mucho en lo que llevaba encima. No me hicieron quitar ni el cinturón, por eso al pasar por el arco detector de metales sonó tan fuerte que casi me deja sordo. Me dijeron que siguiera pero a los pocos metros una agente de policía que pedía los pasaportes me paró y me preguntó cómo era mi nombre, quizás no había visto ese nombre jamás y le resultaba curioso. Aunque no tenía cara de convencida acabó devolviéndme la documentación y me dió a rellenar la tarjeta de entrada para pasajeros.

Mientras esperaba para embarcar en el último avión rellené la tarjeta, donde te preguntan lo que tienes que declarar. En mi caso nada.

A la 13:15 (hora local) llegué al aeropuerto de Perth. Tras 20hs desde mi partida de Barcelona. Al salir del avión una empleada  me paró sólo a mi y me preguntó a qué ciudad iba a ir, le respondí y me dejó pasar. Luego hice una cola de 45min hasta la verdadera aduana. Lo primero y lo más importante fue convencer a la de aduanas de que sólo iba a estudiar. Me hizo un interrogatorio. Preguntas como qué iba a hacer en el país, o por qué escogí Australia y no otro lugar, a lo que pensé responderle "y por qué no?", pero decidí que quizás no tenía mucho sentido del humor y no era un buen momento para comprobarlo. También por qué estudiaría, si trabajaría, de de qué trabajaba mi contacto en el país, etc. A los 10 minutos de preguntas me devolvió el visado, el pasaporte, me miró seriamente y me dijo las palabras mágicas: "you´re right to go"...

Al pasar la aduana fui a por mi maleta y sorpresa la mía al descubrir que me habían extraviado la maleta deportiva. Tuve que ir a reclamarla pero el chico que me atendió me dijo que la tenían localizada, que llegaba por la tarde en otro vuelo. Fue muy amable y super atento, daba gusto que te atendiera. Igualito que ocurre en España (...ejem). Al tener que tramitar esto conseguí dos cosas increíblemente positivas que entendería más adelante. Como me retrasé 1hr respecto a la manada de pasajeros con los que viajé, cuando llegué al último control policial, donde te escanean lo que llevas y revisan lo que declaras, los tipos estaban sentados hablando de fútbol, aburridos y con ganas de irse a tomar café, así que uno vino corriendo hacia mí, me pidió la tarjeta de declaración, se la llevó y el otro me miró el pasaporte, sonrió y me dijo en español "bienveniRo"... Y seguidamente me señaló la salida y me dijo, no te pares sigue hacia la salida ya... Lo segundo positivo del extravío fue que al no pasar con la maleta deportiva los del control pasaron de todo, pero encima me la llevaron al día siguiente a mi casa, y cuando la abrí para montar la tabla de kitesurf me di cuenta de que tenía algo de arena de playa, cosa que te miran 100% seguro en el control y que hubiese sido un motivo de peso para multarme o negarme la entrada.

Así que tras una larga odisea, no excenta de alguna que otra anécdota, finalmente puse los pies en Oz!

1 comentario:

  1. Ey. Que fuerte lo del agua, era algo que no me creía del todo. Un abrazo. Y te pongo una carita sonriente :)

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